viernes, 8 de octubre de 2010

Revista nº 15 _ CLUB DE POETAS DEL SUDESTE CORDOBÉS

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CALCHAQUÍ QUERIDO

Mi lejano pueblo
donde he nacido
quisiera decirte
que nunca te olvido.

Aunque es poco el tiempo
que en ti he vivido
siempre te recuerdo
Calchaquí querido.

Punto de partida
de un largo camino
quizás aún conservas
la imagen de un niño.

Mi esencia de hombre
que orgulloso hoy digo
yo nací en tu suelo
soy santafecino.

Volveré algún día
lo mismo que un hijo
al hogar paterno
buscando cariño.

Y acaso encuentre
otra vez al niño
aquel que tu guardas
Calchaquí querido.


José Luis Alarcón
Veterano De Guerra Malvinas

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UTOPIA

Desarraigando desiertos de las almas guerreras
acariciaré el dolor inundado por el horror.

Voy a enarcar tu letargo
mientras sueño con la justicia,
y al sacudir la desilusión de mis labios,
los rayos iluminarán lo indiscutible,
entonces sí,
la muchedumbre será un silencio plausible.

Se regocijará tu cuerpo
al sentir que se dispara el egoísmo,
la hipocresía tomará licencia
y la justicia dará un paseo triunfante.

Sólo así podremos decir
que la enemistad y el dolor quedaron atrás.

Mercedes MORLACHETTI-Monet Buey – Córdoba – Argentina

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MUJER LIBÉLULA
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Cómo pude amarte tanto mujer libélula
Que con alas cristalinas secaste mi llanto
Y en vuelo transparente penetraste mis entrañas
Horadando al corazón hasta callarlo?

Dónde encontraste la palabra exacta
Para hacerme sentir el más amado
El único mortal al que adorabas
Y de pasión en tu vientre ibas quemando?

Oh! Diosa de las diosas veneradas
Utopía de los sueños realizados
Brotas en amor sangrando en las heridas
Y morimos unidos con los brazos enlazados.

Por amor nos encontramos y nos vamos
Hacia la bóveda azul del infinito.

María Isabel Clausen – General Roca –Córdoba

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PRIMAVERA


En las páginas naturales
marcadas con una flor,
hay un cartel que dice:
¡LA PRIMAVERA LLEGÓ!

Cabalgando en un rayo de sol
se desliza bulliciosa,
baila sobre el cesped,
juega a la rayuela,
con niños y canciones
entre flores y mariposas..

Las abejas con baberos,
es tiempo de libar,
se trepan al duraznero
ansiosas por saludar..

Nube cruza traviesa...
una lluvia desprendió,
regando el dorado trigal,
como lágrimas sublimes...
¡que no falte nunca el pan!

En el patio de la escuela
un corazón dibujó,
"ella y él" está escrito,
(en esta primavera
por primera vez te besó).

Dos ancianos en la plaza,
las manos estän unidas
temblorosas de emoción...
arrugadas y viejitas,
¡te atraparon PRIMAVERA!
(apretadita para siempre
con ellos se quedó).

Nanci Ereza - Monte Buey- Córdoba

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La existencia en esta modernidad virtual en que vivimos, se desarrolla privilegiando lo inmediato, lo fugaz, lo que está a la vista, ahora . . . ¡ya! . . Pero volver al pasado supone, sobre todo, la reconciliación y aceptación de lo que hemos vivido, y que es imposible revivir tal como era . . .


Cualquier parte es siempre otra parte, y si volvieras al lugar de donde un día te fuiste, al no encontrar lo que dejaste, querrías muy pronto retornar al sitio del cual llegaste. Y es entonces cuando se da esa temporal debilidad de espíritu que se conoce como depresión.

Del regreso, la nostalgia, y la resignación . . .


Una tarde cualquiera, tal vez sea la nostalgia la que a uno lo ha llevado a recorrer las mismas calles, los mismos sitios en los que jugaba cuando niño. En realidad, aunque parezcan los mismos, bien sabemos que hoy ya no lo son. Ha transcurrido -y ahí tomamos conciencia- demasiado tiempo. Son tantos los pequeños o grandes cambios que uno se da cuenta que ya es imposible imaginar la vida en ese lugar, que es otro, extraño, desconocido. Ahora hay otras casas, otro entorno, otra gente.
Las transformaciones que ha sufrido aquella que fue nuestra pequeña patria, y que la han convertido en ajena, distante, nos revelan crudamente que también ha cambiado -quizá muerto- algo dentro de uno. Hasta el punto que se podría decir que al paisaje de la niñez se le rompió el alma. . .
Y es así, los pueblos tienen un alma, que no es otra que la nuestra, porque a fuerza de vivir y convivir la vamos conformando a nuestra imagen y semejanza. Y eso es precisamente lo que el paso del tiempo “ese asesino que nos mata huyendo” en ancas del progreso ha terminado por destruir: el alma de los pueblos, de aquellos pueblos que una vez dejamos, porque “la arquitectura aunque fría e impersonal, también es naturaleza y no puede diferenciarse del sentimiento y la vida de las personas”.
Allí es cuando se comprende que el regreso resulta imposible, no sólo porque aquello a lo que se pretende volver ya no está –como uno creía que estaba- sino porque ni siquiera encuentra en la realidad señales que le hagan recordar que alguna vez estuvo.
Tampoco ya es el mismo el patio de aquella escuela que lo albergó en la infancia distante. Ese patio que recordaba inmenso, circundado de ligustrinos, donde, elongando los recreos se iba a esconder la inefable pelota de trapo como escapando de nuestras sufridas zapatillas, y contra los que destrozábamos el guardapolvo enroscado en la cintura. Y donde, transfigurados por aquellos fríos, que no eran éstos, al formar -tomando distancia con mano en el hombro- para izar la bandera, nos sobrecogíamos con los sones imponentes de Aurora. Y en vano uno insiste en buscar el alma dentro de las aulas, hoy tan cambiadas, o bajo el amparo de aquellas enormes galerías que ya no están. O en el inconfundible olor a leche recién hervida, que a media mañana llegaba desde la cocina -dominios de Doña Clementina, la portera, digo yo- y que con los bizcochos frescos era un manjar que aún me parece degustar. Los recuerdos ya no son, y el alma tampoco está.
Pero, que tan cierto es que “uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida, y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas”, como dice Tejada Gómez en su memorable Canción de las simples cosas.
Ese intento de regresar, de volver hacia atrás para recomponer el rompecabezas de nuestra existencia, buscando algunos de los tantos fragmentos dispersos por el laberinto de la vida, lo confirma la sabiduría que encierran algunas de las profundas reflexiones sobre el misterio de la añoranza y la esencia de lo humano.
La nostalgia, ese “sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar, esa tristeza debida a la imposibilidad de volver a la propia tierra”, es, también, el regreso imposible al propio pasado, el vano intento de apresar eso que ya se fue.
Sobre esto, alguien dijo que la gigantesca escoba invisible que transforma, desfigura y borra paisajes, viene trabajando desde hace milenios, pero sus movimientos, antes lentos, apenas perceptibles, se han acelerado de tal manera que nos podemos preguntar si pertenece ya a nuestra época la epopeya del regreso. Efectivamente cada día resulta más difícil la experiencia de regresar, de volver a disfrutar del éxtasis de lo conocido.
Una de las características intrínsecas de este postmodernismo o modernismo virtual, que define nuestra vida actual es que se desarrolla privilegiando lo infinito, como si todo fuera a ser eterno, exaltando el atractivo de lo inmediato, lo desconocido y la fascinación de la aventura y la frivolidad.
El regreso en cambio, supone lo conocido, la aceptación y, sobre todo, la reconciliación, con lo que la vida precisamente tiene de finito.
Y vuelve Tejada Gómez: “Por eso muchacho, no partas ahora soñando el regreso”. Y es que no se puede soñar un regreso porque simplemente es imposible volver atrás, y esa es la particularidad que define más cabalmente la experiencia del vivir humano. Este –dicen- se construye sobre la anticipación de la nostalgia que generará la fugacidad de toda experiencia. Es, precisamente, esa nostalgia la que el regreso pone en evidencia. Reconocerla supone aceptar que vivir consiste en el ejercicio constante de la resignación.
Asumir íntimamente y aceptar en cada momento, el hecho de que “uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol que en tiempos de otoño, muere por sus hojas. . .”
Porque “No comprenderemos nada de la vida humana si persistimos en escamotear la primera de todas las evidencias: una realidad tal cual era, ya no es; su restitución es imposible”. (Milan Kundera).

Delsio Gamboa –Laborde -córdoba

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VIAJE A LA LIBERTAD

Las ametralladoras tabletearon toda la noche.
Los desdichados permanecían ocultos en una zanja llena de barro maloliente; huían del horror, de la muerte. Un joven matrimonio, sus dos niños y el anciano, caminaron dos días bajo una intensa nevada. El abuelo avanzaba con lentitud, las muletas se hundían en el lodo, dificultando la marcha. Con el corazón galopando como un potro desbocado, se acercaron a Montreux-Vieux, destino escogido por la familia. Desde allí se veía el pueblo.
La “Línea Maginot” vigilaba celosamente la frontera, prestando ayuda a miles de refugiados; del otro lado estarían a salvo.
A media noche amainó la tormenta. Comieron lo último que tenían -unos trocitos de chocolate- y durmieron un par de horas.
Amanecía; era el momento; en minutos llegaría la primera patrulla alemana y luego sería imposible cruzar. El viejo, salió reptando de la zanja.
-¡Vamos, vamos a la libertad! -su grito vibró en el aire de la gélida mañana. Aprovechando la pronunciada pendiente del terreno, puso todas sus energías en el impulso y pasó velozmente bajo la alambrada. Los demás lo imitaron.
Limpiándose los arañazos producidos por las púas del alambre espinoso, besó el suelo francés gritando entre sollozos: “¡Libres! ¡Gracias a Dios! ¡Libres!”
Del otro lado, implacable, la guerra. La incomprensión y el odio elevados a su máximo exponente.

Línea Maginot: sistema de fortificaciones defensivas construidas en el noreste de Francia durante la década de 1930; recibió tal denominación en honor del ministro de Guerra francés André Maginot; que fue quien la propuso e instaló

Nemesio Martín Roman –Arias – Córdoba - Argentina


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LABERINTO DE LA VIDA

Quisiera a las estrellas con la mano tocar,
y en la cola de un cometa poder cabalgar.
Quisiera que la luna sea un delicioso pastel,
y en lo alto de la torre poderlo saborear.
Quisiera sumergirme en el fondo del mar
adonde un viejo navío lo llevó la tempestad,
y entre oro y aguardientes poderme pasear,
como un filibustero al acecho en alta mar;
Pero… ¿Cómo hacerlo?
si de este laberinto ¡Jamás podré escapar!

Quisiera como “Apolo” el cielo surcar,
y al son de la lira al mundo alegrar.
Y en un carro de guerra con blancos corceles
todas las noches llevarte a pasear.
Quisiera tus ojos que todo seduce.
Quisiera tu pelo que huele a fragancia
y besar tu boquita que todo lo cambia.
Quisiera en tu cuerpo poder refugiarme
y los secretos del alma poderte arrancar.
Pero… ¿Cómo he de hacerlo?
Si a la esperas te encuentras: ¡Maldita soledad!

Por todos los mundos quisiera escapar;
pero si algún día lo logro. ¿Adonde iré a parar?
si este laberinto que me toca transitar,
es mi propia existencia y la tengo que aceptar.

Tal vez cuando mis sueños se quieran esfumar,
nuestros caminos se unan y se haga realidad,
ese viejo anhelo de poderte adorar
y hasta el fin de los tiempos
de tu mano juntos llegar.

Sergio Bravi – Cruz Alta - Cba
Editado en: “De Baigorria con Amor 2008”


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Solamente
Cuando me siento el blanco perfecto de todas las broncas de Dios,

cuando me encuentro sin tregua, sin asideros, sin causa,

solamente pienso en ese espacio,

en ese hueco pequeño en tu pecho.

Y ya no quiero el elixir de la felicidad,

ni una casa de cemento,

ni una vida 5 estrellas

ni el teléfono de un gurú,

solamente quiero que me dejes un lugar ahí

donde el amor lo es todo

y donde todo lo demás

se vuelve nada.

Marina Soledad Grasso – Leones/Rosario-

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SURREALISMO

La belleza partida por pupilas dilatadas
que cultivan ese voyeurismo abismal,
el vacío rellena diálogos subliminales.

Conexiones de sentido impulsivo y puro
que en su incongruencia se proyectan, se lucen.
Éxtasis, amores y odios pulsionales.

Lógico delirio consagrado al ritmo y la espontaneidad.
Tinieblas cúbicas, automatismo del ser primigenio.
Elevada mirada de un escenario infernal.

Sensatez, raciocinio, convenciones y conciencias
subsumidos en pinceladas abstractas, sonetos y yazes.
Desequilibrio alucinante y furtivo del Yo.

El inconciente toma sol desnudo
en las perpetuas noches del polo norte.
Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja...

El impacto, la desorientación, la conmoción
se hacen un festín con TU cabeza,
ratificando sus esencias humanas.

“El Tigre”- Justiniano Posse.-


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DESDE LA MESETA, LA GUERRA


Misión en inciertos pasajes con palidez de sentencia
sobre suelos pétreos, ocres, neblinosos...
pechos juveniles alimonados de desvelos caminan hacia sombras
sin huellas
ennegrecidos de secretos, minados de errores, embozados
en trampas.

Apostados en derruidas paredes, con ojos cargados
de imposiciones, la “otredad”, que es la propia, vigila, estremece, acecha al inocente,
que camina ante la orden de la bestia con mandato de vida
o muerte.

Cien veces ha caído y revivido bajo la triste explosión del silencio
en la piedra desnuda reservada al imperio de voraz rapiña,
mientras bate el desgarro en imágenes que vuelven
en piquetes
al país que le dio origen, escenario melodioso de la niñez,
que todavía se pronuncia en rezos
sobre patios habitados por desmoronados corazones.

En las comarcas dolientes pobladas de crespones marchitos,
muchos se visten con sus propias tinieblas
y las túnicas son vendas del desamparo marcado por la profecía.

Los hombres han decidido sin dios y sin espuma de cielo
el camino sin retroceso,
han girado la rueda del destino para quedar enclavados bajo la
sombra de la muerte.

¿Quién ha de resucitar tantas almas en el credo del tercer día?

Edda Ottonieri de Maggi – Marcos Juarez –Córdoba

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ESPERANZA

Tratando de olvidar estoy cantando,
tratando de llegar desaparezco
en este laberinto con espejos
que azota mi presente desolado.

Sueño con la mañana que en tu pecho
me recosté blandiendo la esperanza.
Tan lejos queda el aire del mañana,
tan lejos, que el perfume ya no siento.

Sos la suma de toda mi ilusión,
sos el tiempo final de mis anhelos,
creciste dentro mío pero el fuego
del momento se apagó con la razón.

Aunque me digas que el amor solo no basta
y aunque pienses abandonar el nido,
estoy dispuesto a más, al desafío
de mantener en pie nuestra esperanza.

Gonzalo Salesky – Córdoba - Argentina

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amor

te espero en la esquina del mundo

en la calle del otoño

en la dirección de la tarde..,
a la altura de mi corazón....

Norma Gomez Ciancio-Marcos Juarez –Córdoba -Argentina

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VÍAS CELESTES DE BAIGORRIA


"...entonces el pueblo cantó la marcha enamorada
y el cielo se abrió y brilló una estrella."

Andrés Rover Gagrand

La mañana es de tren distante
con el ritmo de las frías cosas,
llevó goteando el corazón errante
hasta las vías cercanas y quejosas.
La plaza 9 de julio artillada de semillas
exhibe estandarte de pájaro...
ninguna bandera Argentina pone
el celeste y blanco al firmamento
que oculta la inasible estrella.
Baigorria despierta en su centro
de flor con grandes pétalos fijos.
Baigorria, la ciudad sin balcones
de enormes patios donde se salva
el aire y el viento descansa
del cruce del ancho río
panza verde corazón de barro.
Una peregrinación de ruedas al trabajo
deja esta isla sin mar, racimo de casas
soledad de incomprendidos sueños
para traer el jornal, el opio popular
costumbre de caminar sin vuelo.
Baigorria rueda con bicicleta de Pedro
de Juana y de José Silencio.
Desde los barrios fluyen
como otro río de cuerpos
los brazos al trabajo y la mañana
cristalina se abre como pan
por el cuchillo del tiempo
y el amanecer ahora distante
es el tren que se lleva
el perfume de las cosas
y el calor de un beso.

Favio Ceballos – Granadero Baigorria – Santa Fe

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Hoy me sorprendieron las duras líneas del cemento, algo me decía que ansiaban vida y colores, palpitaban detrás de su impasible superficie movimientos que imitaban a las ramas de árboles mecidas por la brisa. Solo eran al principio, moléculas invisibles que clamaban tímidamente, vida y movimiento, calor e ímpetu...
La multitud que monótonamente repetía sus caminos de todos los días, cabizbaja, como hormigas que transitan el surco preparado, no miraba el cielo, sólo se hundía en pensamientos que no osaban levantar vuelo. La costumbre de vivir sin esperanzas, el alma quieta que no osaba rebelarse, los brazos caídos de tanto luchar, el oxígeno que sólo les daba fuerzas para sobrevivir, ni siquiera les permitía tener el deseo de levantar sus cabezas, para ver, lo insólito que estaba sucediendo...
Y yo ví como las grietas se abrían, se desgarraba la superficie endurecida, después de años de soportar vientos y lluvias que no podían con verticales columnas de cemento y oí el gemido de piedras como heridas desde adentro que, con el chasquido de fruto maduro, dejaban asomar ramas vigorosas y fuertes, hojas y frutos que se manifestaban a increíble velocidad , cubriendo el caos con más hojas verdes y vigorosas, con lianas que se aferraban a rejas y ventanas, que seguían dando frutos enormes y lozanos ....Mis ojos asombrados, comprendieron entonces, ese movimiento de rebeldía vegetal, ese renacer con tanta fuerza, desde el oscuro centro de una maternidad imposible e inimaginable, que, se rebeló con la oculta fuerza de vida de lo imposible, para cumplir un destino vegetal intransferible.

Elsa Solís Molina – Rosario – Santa Fe

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In mezzo al letto come al mare
ci stan due piedi piccoli che dormono
si spostano con logica d’assenza
al battere costante delle imposte
un fiato appena nato scosta nell’ordine dei giorni
un capomastro morto sul dorso dell’inverno
e le mie ali storte s’invecchiano
spellate tanto sulla schiena non le guardo
l’eredità che lascio è solo tempo perché
l’amore non esiste esiste il tempo
poche menzogne un cesto di panni sporchi
la luce accesa di cento notti insonni
a mendicarmi gli occhi ed il coraggio

Alessandro Seri – città di Macerata- Italia
Poesia pubblicata in:
Licenze poetiche


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COBARDE


Y sólo voy en la vida
al compás de tu silencio,
amparada sin excusas
y bailando en tu embeleso.

Porque te amo y nadie duda
de este amor que irradia fuego,
y me lleva en su camino
cabalgando por destellos.

Y ahí estás, todo ternura,
esperando para amarme,
pues te amo en el silencio,
y te quiero ante la duda.

Porque dudo…¿lo sabés?
de que yo sea todo en tu vida.
Mas prefiero no saber
a deber curar mi herida.

Elortondo – Santa Fe
Zaidena –


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LA CORRIENTE


Una anciana baja al pavimento y vuelve a subir a la vereda, sosteniéndose en un Ford Falcon bordó estacionado sobre J. A. Pacheco de Melo (y casi avenida Pueyrredón). El semáforo está descompuesto. Muchos taxis ocupados. Otra anciana, aferrada a una mujer con anteojos ahumados, cruza Pacheco de Melo, y recién entonces la primera, la amedrentada, emprende el esfuerzo superior de cruzar, más bien descuajeringándose.
Hoy, en análisis, me quedé en el repaso sustancioso y pormenorizado de mis padecimientos físicos. Y en que ayer conocí al médico de la familia de Susy, especialista en huesos. Le llevé las radiografías de espalda y rodilla derecha que me saqué a fines de septiembre por indicación del traumatólogo de la obra social, quien, además, determinara tratamiento kinésico en base a masajes, onda corta, ultrasonido, lámpara y ejercicios. Me preocupa la rodilla: molesta tanto al subir escaleras. Lo de la espalda es ya crónico, estoy resignado, hace media vida que me duele en ciertas posiciones y cuando escribo a máquina. El tratamiento kinésico resultó un paliativo, y exclusivamente para la rodilla. Pero desde hace dos semanas está la rodilla como antes de haberlo comenzado. Por otra parte, este médico le otorgó trascendencia a los vestigios de sangre detectados en la orina. En el examen de la rodilla localizó la movilidad excesiva de la rótula, me explicó la función de los ligamentos, confirmó que las radiografías no evidencian lesión, y encomendó placas de ambas rodillas con piernas flexionadas. Aseguró que no hay nada definitivo que pueda hacerse, ni por la espalda ni por la rodilla. Está al acecho un proceso de artrosis. Y él considera que la rótula podría, alguna vez, fisurarse.
A mi analista le hablé del Genozim. Y de la muestra de semen que el viernes llevé al laboratorio por prescripción del andrólogo, a propósito de la escasa movilidad de mis espermatozoides. Y claro, cuando oí “escasa movilidad de mis espermatozoides”, me resonó “excesiva movilidad de la rótula”. Me siento raro no tomando el Genozim. Percibía ternura por ese remedio escrupulosamente ingerido durante meses, junto con uno de los tres (Control K, Holomagnesio y Vegestabil) ordenados por el nuevo cardiólogo (extrasistolia ventricular cumpliendo un lustro).
He bebido té de boldo (el cardiólogo me prohibió el café, el té común, el mate), y estoy con hambre. Me rondan ideas e ideítas, algunas sugerentes, ¿en cuál incursionar? ¿En la que abriría con un introito reflexivo sobre el enturbiamiento de algunos de nuestros mejores recuerdos? ¿En la concerniente a la ingratitud, a las bruscas o paulatinas desvinculaciones que nos inferimos irresponsablemente los unos a los otros? El caso de Jorge en el setenta y cinco (¡diez años ya!), o el de Ramón en el sesenta y tres. Y la disolución, la pulverización. Con mujeres con las que salí me quedó un sedimento...
He pedido un sandwich de pan negro, de crudo y queso, a un mozo zombie de esta confitería Alabama. Empecé garabateando en verde, pero la Edding 1700 agotó su tinta y la sigo en azul con una Sylvapen. Mi consumición en esta sentada ascenderá a un austral con treinta, según los tickets. Se sorteó la lotería de Navidad y no parece que nos hayamos favorecido Susy y yo con nuestras participaciones. Pasó una muchacha ofreciendo Curitas y ahora invaden el local chicos mendigando. Me solazo con el tarjetón

De un instituto de investigaciones agropecuarias y bromatológicas recibido por nosotros para la ex-propietaria de nuestra casa. Al lado de un dibujito con personajes aureolados, reza: “¡Paz y Bien! Con la confianza plena en el Amor Providente del Señor y en la intercesión omnipotente de la Santísima Virgen, ruego a Ud. y familia ante el Niño Dios, encareciéndole al Salvador del Mundo los colme de sus mayores Gracias durante 1986. ¡Que Dios les Prodigue sus Prístinas Bendiciones!” Y firma un otro señor cuyo apellido nombra al instituto. Hum... Pergeñar las características probables de alguien capaz de redactar en serio o disponer la impresión con su clisé comercial de eso, supone un tránsito peligrosísimo y por ello fascinante, por los desfiladeros de lo írrito (para expresarlo con intriga).
Redondear, redondear la crónica antes de que la corriente me abandone. Pienso en esta materia prima, en estos enunciados. Pienso en la novela que planeo. Y especulo, también, organizando un relato con esta recortada información: En una aldea siciliana, Enzo Gennaro Basunca es agraviado por dos amigos, hermanos entre sí. Jura vendetta. Ofensores y familia desaparecen sin dejar rastros. Dos décadas después, Enzo se entera de que esa familia reside en la capital de una provincia norteña. Llega a esa ciudad, los descubre, y asesina a cinco integrantes. Es condenado a cadena perpetua. E indultado, tras cuarenta y seis años en la cárcel, excelente conducta y precaria salud. Viaja a Buenos Aires para visitar a su único hijo vivo, su nuera, nietos, bisnietos y tataranietos. Y en un hospitalito de Gerli muere, antes de cumplir los cien. Fin. Desde dónde el planteo, allí hay una historia; seca, brindarla económica; toquecitos para clima, alguna línea de diálogo, y tal vez un título a obtener del remate.
Fin, fin. Dejaré en la mesa una cifra en billetes y monedas que incluirá propina, me levantaré, le haré un gesto al mozo y me iré cantando, remando, sin dolor, transportado por mis ensoñaciones, plausible, sagrado, y también yo atravesaré J. A. Pacheco de Melo, reafirmando imprescriptibles condiciones, de prisa.

Rolando Revagliatti- Buenos Aires

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PARA ALCANZARTE

Para alcanzarte mis brazos se adelgazan
como las últimas sombras.
Más allá el ocaso se adormece al final de la tarde
y en ti, pequeña mía, mi ilusión descansa.

He visto dibujarse por las noches tu mirada transparente.
Como los ruidos nocturnos te me apareces
y vuelas sobre mi alma
que no se conforma al saberte distante.

Amaneces y vives en cada instante de mis horas.
Eres como los retoños;
creces y me abrazas
como si hubiera muerto.

Ah! tus besos anchos como el mundo.
Territorio fecundo, llama viva, candil de hogar.
Mi intención recoge tus frutos de nácar,
corazón de tarde, crepúsculo de mis días...

Conrado Tapia-Granadero Baigorria –Santa Fe

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LES FEMMES OBJET !!!


Qui parle de femme-objet ?
Cela n'existe pas !
Il est facile de juger ;
Il faut comprendre quelquefois !

Croyez-vous qu'elles ont le choix ?
Elles sont trop souvent trompées
Par des promesses d'un avenir meilleur,
Promesses d'une belle famille où rêver. !

Que le mensonge est lâche !
Que le mensonge est grand !
Et que vils sont ceux qui se délassent
Aux prix de si grands tourments. !

Les femme-objets n'existe pas !
Elles sont la proie de certains hommes
Avides de plaisirs étranges et bas,
Volant l'innocence des enfants ; en somme !

De jeunes innocentes repérées dans les rues,
Sont privées de leur famille,
Pour satisfaire des hommes sans conscience, des sangsues
Voulant profiter sans scrupules, de beautés fragiles.

Comment accepter l'idée
Que l'être humain utilise
Son semblable à de pareils méfaits
Sans jamais ressentir de honte face à son vice ?
La pauvreté est la cible
De ces sangsues venimeuses
Qui exhibent l'argent facile
Pour emprisonner des âmes seules.

L'ignorance de ces actes odieux
Ne nous autorise pas à laisser faire,
Elle fait de nous des complices de verre
Qui regardent en fermant les yeux. !

Françoise Marie BERNARD – Aurillac -Francia

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LAS MUJERES OBJETOS

¿Quién habla de mujer objeto?
¡Eso no existe! ¡Que feo!
Es fácil juzgar, pero no hay buenos jueces.
Hace falta comprender a veces.

¿Creen Ustedes que ellas tienen la elección para ese oficio?
¡Ellas son frecuentemente engañadas
Con promesas de un porvenir de oro;
Promesas de una bella familia donde soñar!

¡Qué la mentira es cobarde!
¡Qué la mentira es grande!
¡Y que viles son los que se distraen; malos;
A costa de tantos grandes tormentos.

¡Las mujeres objetos no existen!
¡Están presas de algunos hombres
Ávidos de placeres extraños y feos;
Robando sin vergüenzas, la inocencia de niños!

Jóvenes inocentes marcadas en las calles,
Están privadas de sus familiares,
Para satisfacer hombres sin consciencia,
Queriendo gozar sin escrúpulos, de bellezas frágiles.

¿Cómo aceptar la idea
Que el Ser Humano usa
Su semejante para semejantes perjuicios,
Sin jamás sentir vergüenza enfrente a ese vicio?

La pobreza es el blanco
De estos inescrupulosos venenosos
Que exhiben el dinero de fáciles ganancias
Para encarcelar almas solitarias.

La ignorancia de estos actos odiosos
No nos autorizan de dejar hacer,
Hacen de nosotros cómplices de cristales
Que miren cerrando los ojos.

Françoise Marie BERNARD – Aurillac - Francia

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NOSTALGIAS DEL BARRIO

Tú barrio Belgrano, un cielo de estrellas
que siempre iluminan las noches tan bellas,
encendiendo amores, promesas, quimeras…
en tantas esquinas de barro y tibiezas.
Cercana a la cita que ella ansiosa espera.
Es la muchachita soñadora y buena;
en la vieja ochava, la angosta vereda,
la nostalgia enmarca el zanjón y greda.
En el aire tibio aroman, blancas madreselvas.
Citas anheladas con besos ardientes,
en las que juraron un amor por siempre.
Después…después las promesas se fueron borrando,
pues otros fulgores las fueron alejando.
Hoy vuelve cansado, el barrio cambió
La humilde muchacha que esperaba ansiosa
ya sin esperanzas también se marchó,
Él sabe que su vuelta, hoy ha sido en vano,
porque no se puede volver el tiempo atrás
y todas las calles , las casas le gritan,
que todo es inútil, que nunca vendrá.

Inés Elena Goyenechea- Rosario – Santa Fe


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CAMINEMOS JUNTOS


¡Andemos los caminos,
juntemos los destinos,
y nuestros corazones,
con bellas ilusiones!

¡Por todos los senderos,
con flores perfumadas,
caminemos juntos,
de las manos tomados!

¡Arco Iris, Lunas y Soles,
iluminen nuestros amores,
y los trinos de bellas aves,
amenicen en los altares!

¡Nuestro amor es realidad,
un eterno paraíso,
es maravillosa verdad,
porque Dios así lo quiso!

¡Caminemos juntos,
rumbo a la felicidad,
tomados de la mano,
no habrá más soledad!

¡Caminemos juntos,
sendero de la vida,
senda de los destinos,
nuestra ilusión querida!

¡Caminemos juntos,
juntemos los destinos,
y nuestros corazones,
con bellas ilusiones!

. Román Corral Sandoval. Ciudad Juárez, Chihuahua. Mèxico
De su libro: “Desde las entrañas del alma”. ANTOLOGÌA POÈTICA MAGISTERIAL


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EL RELOJ DE ARENA

Imaginaba su existencia sin él como una interminable noche cargada de silencios y de fantasmas, como un camino tortuoso que debiera atravesarse de rodillas para ir a ninguna parte, como el dolor del hambre en las vísceras sin poder ser saciado, como la ansiedad inútil por respirar cuando ya no queda aire.
No admitía que la vida pudiese continuar de ningún modo por que era incapaz de proyectarla sin él.
Su amor la agobiaba, y ahora deseaba no haber amado nunca, porque le parecía demasiado alto el precio que debía pagar con esa soledad que ya se perfilaba como irremediable.
No sabía cómo enfrentar su destino limpiamente, y durante semanas se vio al borde de ceder a sus tentaciones de abrir aquel arcón que contenía los libros de magia y de alquimia que heredara de algún antepasado, aunque recordaba perfectamente las advertencias que le hiciera un integrante de la familia con respecto al uso de los secretos que allí se guardaban, y las recomendaciones de deshacerse de los mismos, echándolos al fuego, para no ser tentada al uso de esos volúmenes continentes de toda clase de conjuros.
Durante seis años había estado disputándole ese hombre a la muerte sin un minuto de descanso, y no podía ni quería ceder ante un diagnóstico irrefutable.
Lo habían desahuciado en tres oportunidades, y él logró sobrevivir por la fuerza que ella le había infundido, y ella lo sabía, sabía que había sido el artífice de esa sobrevida, y la ciencia médica –pensaba- en todo caso, podía ser tan falible como cualquier otra; esta vez no sólo el diagnóstico la desalentó, sino que además, él le había dicho que estaba dándose por vencido, y se había sumido en una postración de la cual parecía empecinado en no salir, entregado como estaba a una decisión superior que lo conminaba a dejar ese cuerpo plagado de dolores sin atenuantes.
El olor de la leche quemada, después de haberse derramado, la regresó a la cocina de la que había desertado con sus cavilaciones.
Apenas las seis de la mañana. Demasiado temprano para comenzar un día igual a otros días cargados de silencios y hundidos en el vacío abismal de la incertidumbre.
Tomó un espejo pequeño que había sobre la mesa, y supo entonces cuántos estragos habían hecho en su rostro el insomnio y el llanto continuo, y a veces, contenido durante horas para que él no supiera cómo el dolor le horadaba el carácter y el espíritu. Sus ojos eran dos esferas pequeñas y rojizas ocultas bajo unos párpados amoratados de tanto restregarlos con pañuelos que, en vano, trataban de absorber tantas lágrimas de desamparo.
Trató de componerse como pudo antes de subirle el desayuno a la habitación del piso superior. Cuando fue a tomar el jarro en el que había hervido leche, recordó que cuando ésta se derrama, anuncia una desgracia inminente, y su corazón, expuesto como estaba desde siempre a toda clase de supersticiones y premoniciones que nunca se habían cumplido, pero que había aprendido con tanta seguridad de verlas cumplidas alguna vez,, dio un vuelco y le hizo sentir su latido desordenado en la garganta.
Luego el día transcurrió en silencio, salvo por dos o tres palabras que dijera Leandro durante el almuerzo consistente en un solo bocado, ya que había agotado toda su energía al incorporarse, y por la tarde, el médico, después de revisarlo minuciosamente, le repitió lo que ella ya sabía, que no detectaba mejoría alguna, pero que iniciarían, no obstante, y lo más rápido posible, una terapia de nuevas medicinas que según él podía llegar a dar buenos resultados, llevando al mínimo el dolor, y posiblemente, prolongando su vida un poco más, pero que aún así, no abrigara demasiadas esperanzas porque Leandro perdía su voluntad de vivir todos los días un poco.
Cuando Angélica despidió al médico, se juró que esa misma noche iba a pactar con el demonio si era necesario, que haría lo que fuese preciso para prolongar la vida de él todo el tiempo que pudiera. Luego, subió las escaleras, y llegando a la habitación, se sentó en la mecedora, velando el sueño de Leandro, y esperando el crepúsculo, que le entregaría una noche al amparo de un secreto silencioso, indispensable para aquél que cometerá alguna transgresión que por nada, ni por nadie deberá ser descubierta.
Al apagarse el día por completo, se levantó lentamente de la mecedora para no provocar el mínimo ruido, pero Leandro abrió los ojos y le pidió que se sentara a su lado, en el borde de la cama. Su voz era débil cuando le pidió que no se angustiara, que aceptara la realidad tal como era para los dos; le suplicó que lo dejara morir, que le permitiera liberarse de ese estado que lo mantenía a medio camino entre la vida y la muerte, sin poder estar definitivamente en ninguna. Le repitió, como otras veces, que ella debía comenzar a vivir otra vida diferente, y que para ello, se hacía indispensable que él muriera de una vez. Sin embargo ella le gritó que no podía aceptar mansamente que la muerte se lo arrebatara, que no podía permitir que él se abandonara y la abandonara, que vivir sin él iba a ser como estar sumida en un letargo, que no conocía ni quería conocer otra vida que no fuese compartida con él, y que no quería la vida si no podía tenerlo a su lado como fuese, y lloró, lloró sin reparo por primera vez ante él, y le suplicó que se esforzara, y siguió llorando sobre el pecho de Leandro que apenas podía mantener el ritmo de la respiración propia. El no derramó una sola lágrima, y sintió más lástima de ella que de sí. Por fin cayó en un sopor inducido por los fármacos que lo aliviaron de esas tenazas candentes que le oprimían los huesos.
Angélica se incorporó despacio y lo miró con dulzura, le acarició la frente, le besó las manos, lo arropó antes de salir hacia la habitación contigua donde ella dormía desde que él empeorara para no incomodarlo ni quitarle espacio, aunque la mayoría de las noches, sólo dormitaba en la mecedora.
Llegada a la otra habitación, abrió una armario donde estaba segura de haber guardado alguna vez, la llave del arcón que contenía los libros que se disponía a usar, y durante varios minutos, buscó infructuosamente, confundida y azorada como estaba por el peso de lo que se proponía hacer, hasta que una voz desconocida, metálica, con algo de sobrenatural, la paralizó, sin que pudiera atreverse a mirar hacia el lugar de donde provenía. La piel se le erizó y un escalofrío rápido le recorrió los huesos. Giró lentamente hacia la puerta, casi perdiendo el aliento, y al voltear, vio la imagen más angelical y luminosa que pudiera haber imaginado alguna vez pensando en un ángel. El hombre que la miraba, le sonreía con ternura, la había llamado por su nombre, y se acercaba hacia ella que, inmediatamente, retrocedió unos pasos hasta caer sentada en la cama. El tomó asiento en un sillón ubicado en el extremo derecho de la habitación. A pesar de la tenue luz del ambiente, ella pudo observar con claridad el azul acuoso de los ojos de ese extraño, sus piernas y brazos fuertes y jóvenes, su cabello rizado y magníficamente rubio. Era alto, esbelto, y al sonreír transmitía la dulzura de la inocencia recién expuesta.
Atinó a preguntar cómo había entrado, quién era, qué buscaba, pensando que era un ladrón, alguien que, sabiendo que la casa estaba habitada por una mujer y un moribundo, vio la ocasión exacta para robarles todo cuanto tenían.
- No vine a robarte, Angélica- dijo él encendiendo un cigarrillo, y continuó ante la súbita mudez de ella que se había asombrado al recibir respuesta a un pensamiento reciente- y tampoco hace falta la llave que estás buscando para abrir ese arcón que no contiene nada que te haga falta. Tu deseo es más fuerte que cualquier conjuro, y estás deseando hacer un trato con toda la fuerza de tu corazón. Esperé el momento justo, y aquí estoy. Me caracterizo precisamente por saber dónde, cuándo, para qué y cómo debo presentarme. Espero el minuto fatal de algunos seres, y éste, es el tuyo, Angélica. Hace muchos años que espero pacientemente que tu alma se debilite por completo y ceda. Tengo más paciencia de lo que te imaginarías. Todos los hombres, en algún momento, me entregarían el alma a cambio de algo que desean fervientemente, más que la salvación eterna. Mira, en algunas oportunidades, hago caso omiso de esos llamados, porque sé que la consistencia espiritual de quien me invoca, es demasiado sólida como para persistir en la flaqueza de un mal momento, y que cuando me llama, es por la desesperación momentánea y apremiante de la angustia, pero que no dura lo suficiente como para flaquear del todo…Tu resistencia sí ha llegado al límite, y no entiendo al amor…Es extraño, es estúpido, es torpe… Cegado, da todo a cambio de nada…¿Sabes? Son más los que dan el alma por amor que los que la entregan a cambio de gloria, poder, riquezas… Pobre Angélica…Estás desesperada, y soy el mejor remedio para los desesperados, aunque debo admitir que la iglesia recluta a la mayor parte de ellos, y últimamente, psiquiatras y psicólogos, me han hecho disminuir los suicidios considerablemente. Ellos alimentan esperanzas falsas, espejismos, igual que los sacerdotes, que te dejarán en medio de la desesperación prometiéndote otra vida llena de la gloria que en esta te negaron sin motivo.
A veces hago algunos tratos, otras, los llevo mansamente hacia el suicidio. En ese sentido, soy más piadoso que mi Padre, corto el sufrimiento en el acto, y no ando con cuentos aterradores sobre el infierno. Claro…El tiene que desprestigiarme de algún modo, pero el infierno no existe, existe mi legión, la que se le enfrentará en el fin de los tiempos, y vencerá, te lo aseguro. No, no me mires así. Cada uno tiene un papel fundamental en el universo, Angélica, y a mí me asignaron éste porque mi naturaleza es propia del mal, y ni yo mismo podría cambiarla, y desearlo sería una paradoja, iría en contra de lo que realmente soy, me acercaría al bien, y eso me está vedado desde el principio. Después de todo, no somos responsables enteramente de ser malos o buenos. El lo dispuso, y creó débiles y fuertes, cobardes y valientes, pródigos y avaros…Supongo que es necesario ese equilibrio. A cada naturaleza, una naturaleza opuesta. Eso es más malicioso que lo que yo hago, Angélica porque después de todo, me fue impuesto. Dice que es nuestra elección! ¿Cómo se elige con un alma defectuosa que él mismo ha creado así? ¿Cómo, con un alma débil, proclive a ceder ante la mínima tentación, inconsistente, miserable?. La elección la hizo él arbitrariamente desde el principio de la vida, y nos quiere hacer creer que depende de nosotros. ¡Si yo también soy su hijo! ¡Soy el hermano de Jesús, y tu hermano, Angélica! El Cristo fue hecho para reinar en la luz, mientras que fui creado para ser oculto en lo más abyecto, sórdido y despreciable de las tinieblas. ¿Qué clase de padre amoroso es aquél que selecciona y asigna un destino de gloria para uno, y de ruindad para el otro? Ni Jesús ni yo pudimos elegir; nos dio una misión a cada uno y un espíritu acorde para poder llevarla a cabo. ¿Cuáles son sus planes? Ah… No lo sé, pero sé que contengo toda la maldad del mundo y no puedo redimirme.
Angélica permanecía muda. Por momentos hasta se sintió apenada por el destino de los hombres y el destino de ese ángel maldito desde siempre, que ahora le hablaba. Finalmente, respiró profundo, y algo menos tensa, dijo:
- Creí que debía invocarte a través de algún rito…
- ¿Rito?- dijo él poniéndose de pie y lanzando una carcajada- Boberías, eso es folklore. La mayoría cree que para verme debe efectuar algún ritual y es parte de una mitología absurda creerlo. Si, ya sé- agregó divertido- oraciones monótonas, beber sangre y cosas por el estilo. No angélica, no. Estoy en el corazón de cada hombre desde que nace, y depende de su naturaleza, y no de mí, que algún día llegue a estar en mi presencia.
- Tu apariencia…No sé, es que uno tiene la imagen ésa de…
- ¡No lo habrás pensado! ¡Sí que lo pensaste! – dijo él divertido- Pensaste que vestía de rojo, portando un tridente y una pesada cornamenta; que arrastraba una cola de punta triangular y todo eso…
- Lo digo- trató de explicar ella casi avergonzada- porque…No sé por qué lo digo realmente. Quiero explicarte por qué deseaba…
- ¿Hace falta?- la interrumpió él, y agregó:- el trato ya está hecho, Angélica; digamos que querías hacer un intercambio. Me das tu alma, y yo le doy a Leandro la mitad del tiempo que te quede por vivir, y así, morirán los dos a
- en el mismo instante. Me parece justo.
- ¿Debo firmar algo?- preguntó ella segura de haber preguntado una tontería.
- No hace falta. ¿De qué me sirve un documento? En la muerte todo es inmaterial, pero si te hace falta algo que te pruebe mi presencia aquí, para que no lo confundas con un sueño, puedo darte algo- y extrajo de su bolsillo un diminuto reloj de arena, y se lo entregó, diciendo:- sólo tiene veinticuatro granos de arena, uno por cada hora del último día de sus vidas. Ese día, el último, empezará a caer la arena hacia la base, hasta el último, el de la última hora.
Angélica movió el reloj, y la arena permaneció quieta en la parte superior. Lo depositó sobre la repisa de la habitación, y se quedó viendo la inmovilidad de la arena. Cuando volteó para preguntar si Leandro viviría mejor el tiempo que le quedaba, él ya se había esfumado, pero su alivio era tan grande, que experimentó una sensación bastante similar a la felicidad. Pensó en no decírselo jamás a él, y no lo haría.

Se había hecho de noche por fin, y angélica se levantó lentamente de la mecedora para no provocar el mínimo ruido, pero Leandro abrió los ojos, y le pidió que se sentara a su lado un momento en el borde de la cama. Su voz era débil , aún así le pidió que aceptara la realidad tal como era para ambos; que lo dejara morir, que le permitiera liberarse de ese estado que lo mantenía a medio camino entre la vida y la muerte, sin poder estar definitivamente en la una o en la otra. Le repitió como otras veces, que ella debía comenzar a vivir, y que para ello, era indispensable que él muriera.
Ella lloró sobre el pecho de ese hombre que a penas podía mantener el ritmo de su propia respiración, y él no derramó una sola lágrima cuando le susurró:
- Pobre Angélica- y cayó en un sopor inducido por los fármacos, que le atenuaron los mordiscos de esas tenazas candentes que le oprimían los huesos.
Angélica se incorporó despacio y lo miró con dulzura y con pena. Le acarició la frente, le besó las manos y lo arropó. Tuvo la extraña sensación de haber vivido ya esos minutos en otro instante de tiempo, de haber oido lo mismo, de haber sufrido las mismas angustias. Recordó un sueño en el que un hombre angélico le daba un reloj de arena, pero sólo eso rescató de su sueño. Las imágenes se le mezclaban y distorsionaban, y un dolor atroz en el estómago, no la dejaba retomar los pensamientos. Se sentía diferente, como si después de aquel sueño, ya no fuera ella misma.
Bajó los peldaños lentamente, y cerró tras de sí la puerta de calle con mucho cuidado de no despertar a Leandro, y al cerrarla, del reloj diminuto, cayó el primer grano de arena…
. La calle estaba muy obscura y desierta, pero una sensación de inmortalidad inexplicable la gratificó. Pensó que ese breve sueño en la mecedora le había infundido nuevas fuerzas, aunque su dolor de estómago aumentaba a cada paso.
Una luz potente la cegó he hizo que diera un giro hacia el costado, quiso cruzar la calle cuando una embestida metálica le acentuó aún más el dolor lacerante en el estómago. Su cuerpo se levantó en el aire y fue a caer a unos metros más atrás, de cara al cielo sobre el pavimento. Quiso incorporarse y no pudo. El hombre que la había atropellado con su automóvil corrió en su auxilio, pero el ver la sangre lo aterró, y corrió sin dirección y sin respiro.
Ella sentía resecársele los labios e intentaba mover sus piernas inútilmente. Se le hacía difícil respirar, y el sabor de la sangre comenzó a anegarle la boca.
Un médico joven le tocó el cuello, la inmovilizó y la colocó sobre una camilla, en tanto que Angélica perdía la referencia de su cuerpo, y los ojos se le velaban por momentos aumentando su angustia.
Dentro de la ambulancia, pensó en Leandro, solo, en su cama, sin saber cómo encontrarla. Miró al médico para pedirle que la llevara a su casa, que debía volver, pero sólo dijo:
- No puede ser cierto…
- Si que es cierto, pero no te preocupes, estarás en buenas manos.
Ella trató de incorporarse, pero el médico la forzó a permanecer en esa posición.
- ¡Vamos, Angélica! No vaya a ser que Leandro, que va a vivir la mitad de lo que te resta de vida, me demande por una mala praxis. Quedáte quieta que todavía te quedan varias horas. Trata de pasarlas lo mejor posible. ¡Todos se quejan a la hora de cumplir con lo pactado! No hables, que no te favorecerá. ¿Es culpa mía acaso? Tu ansiedad y desesperación por retenerlo, te hizo creer que vivirían muchos años juntos. ¿Por qué? ¿Por qué vos estabas sana? ¿Por qué tenés treinta y tres años? ¡Eso sí que es cómico, mujer!
- Entonces- dijo ella con una serenidad que le trajo la proximidad de su muerte- estoy muriéndome, y Leandro, ahora, solo.
- Los dos morirán hoy. El, porque vos decidiste interferir con su destino. Fuiste muy egoísta. ¿Creíste ser generosa cediéndole la mitad de lo que te quedaba por vivir? Egoísmo puro el tuyo, lo hiciste para poder vivir vos, ya que sabías que sin él, no sobrevivirías a la angustia. Tu destino era y es morir hoy, pero Leandro tenía cuatro años más por delante. No creíste en el tratamiento que iba a implementar su médico, pero iba a ser eficaz, de veras. No tuviste esperanzas, y arruinaste todo.
- Hablaste del destino. ¿Cómo hablaste del destino si yo pude cambiar el destino de él? Entonces? No es cierto que nadie puede… No entiendo.
- El libre albedrío es prácticamente una mentira. Con cada elección nos acercamos más o menos a nuestro destino, y las elecciones están determinadas por lo que en esencia somos, y el tomar una u otra decisión, por más opuesta que parezca una de la otra, siempre nos conducirá hacia lo mismo, hacia lo inexorable.
- Vendí mi alma por nada…
- Siempre se vende el alma por nada, Angélica, porque cuando se decide venderla, a quien fuere, es porque ya no vale nada, y el precio de nada, siempre es el mismo precio: nada. El hombre siempre pone el mismo precio: nada, y yo compro…
Cuando el vigésimo cuarto grano de arena cayó, Leandro gritó el nombre de ella con sus últimas fuerzas, sintiendo que no sólo sus fuerzas lo habían abandonado, sino que Angélica también lo había hecho. En el mismo momento, Angélica dejó caer los párpados, ya sin fuerzas para sostener en su memoria la imagen de él.

Adela Corporaal

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MADRIGUERA

Dormida
espío
pequeños huecos
El hielo encubre
el amor llagado

Es en la noche tapiando
el nido

o sueño demorado

Azotados los pensamientos
por el timbre.

Ana Romano


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EL ÚLTIMO TREN

Soy una mujer desgarrada
que deambula por el ajetreado andén
con la cruz cargada en las espaldas
mientras se escucha el silbo del último tren.
Estoy sola, al borde del riel,
hilvanando con hilos desgastados
la lujuria del olvido.
Dejo que me invadan los recuerdos
en el quebranto desnudo del invierno
donde el silencio tan quieto
aúlla con el susurro del viento.
Descuajada de ausencias,
sumergida en lejanías,
cincelando la esencia de la despedida,
la soledad me devora hambrienta.
Cae la lluvia que trepa sobre mi piel
y se incrusta en el perfil de la memoria
con la orfandad de las lágrimas.
En otro andén, alguien aguarda
que descienda del último tren.

Maria Cristina Fervier

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LIBRE
A tantos niños huérfanos de paz y amor.

Libre
Para abrazar mis raíces a la tierra
Y arrullar todo el llanto sin testigos,
Para romper de sol naciente las fronteras
y aprender de una vez a ser oído,
a saber que se sienten mis cadenas
mas no callan lo que dice en sus latidos,
este preso corazón que se rebela.

Libre
Para ser pájaro-nube de tus penas
Y despertar en lo alto de tus nidos
Allí donde se alcanzan las verdades
Y no le rasgan las alas a quien vuela.

Libre
Para separar de tu nombre los segundos
Que llegan a quedarse entre mis días
A ser amigo, compañero de camino,
oración que disipa las tormentas.
Con mirarme a los ojos, te conformas,
Y como siempre te lo habían advertido:
haces todas las preguntas
Sin esperar ni siquiera la más simple,
La más breve y sutil de las respuestas.

Libre,
Para dejar de enumerar derechos
Y plantar nueva siembra en la conciencia,
Que den los frutos nobles que se enciendan
Junto al pan que da luz a nuestra mesa.

Quiero ser libre,
Para poder definir la libertad,
Para cambiar el poder y la pobreza,
Para borrar del enemigo su agonía,
Para cambiar su temor por rumbo claro
Y a los niños devolver sonrisas nuevas.

Quiero ser libre
Para celebrar los colores
Que se olvidaron las antiguas primaveras,
Para cambiar el silencio y la tristeza
Y encontrarle la voz al sufrimiento
En cada grito que transita entre tus venas.


Que se confiesen, de una vez tus cicatrices,
Y que desangren las razones de tu duelo,
Y que arranquen los fusiles de tu pecho,
Hasta que logren respirar tus pensamientos.

Libertad, dicen?
Quiero ser libre para redefinir ese concepto,
Para darle al alma nuevos sentimientos
Y al corazón de la humanidad
Nuevos latidos
Para cantar a una voz, y quemar a un solo fuego,
A plena voz sobre la cima,
Y a callado susurrar desde el silencio.

Quiero ser libre,
Para al fin ser tu testigo,
Y aceptar de una vez lo que se ha ido,
Quizá ha sido tu madre, tus hermanos,
tus amigos
Y que esta noche no habrá sobre tu mesa
Ni un pedazo de pan para tu olvido.


Estoy ahora, frente a ti,
Al borde de la guerra que te oprime,
Debajo de las minas que te anulan
Y al proyectar mi sombra en tu tristeza,
Ya no estarás solo en tu agonía,
Hijo mío, o hermano, o fiel amigo,
Quizá este día, vestido de enemigo,
Con puñal de presencia te revivo
Y devuelvo la luz a tu mirada
Con el libre corazón que habías perdido.

Lo encontré bajo el árbol de la vida,
Muy sediento de tus cantos infantiles,
De tus juegos, de tu risa y de tus sueños,
Para dártelo de nuevo, me he hecho libre.

Esa libertad es la que cuenta,
No la quiero si no incluye tu dolor,
Si no sirve para el pan sobre tu mesa,
Si te vuelves invisible ante mi voz.

Libre
Esta tarde pude al fin llamarme libre,
Porque he visto tu rostro entre las ruinas,
Pero ya no estaba sola frente a ti,
Allí estaba conmigo la cosecha
De incontables corazones que te oyeron,
Que trajeron su trigo y su agua fresca
Hasta el lugar secreto en que guardabas
tu frágil esperanza de vivir.

Carmen Rojas Larrazábal


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HAIKU

Leves murmullos
apenas perceptibles
la voz interior.

En un recodo
las aguas del arroyo
buscan descanso.

Flores marchitas
conservan el perfume
de tu presencia.

Flamígero sol
embellece la luna
y la tierra azul.

En una hoja
las gotas de rocío
encierran al sol.

Eduardo Wheeler –Granadero Baigorria –Santa Fe
De su libro: HAIKU Ex-Nihilo


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LAS PALABRAS BREVES

Hay palabras breves, sonidos
digo “sí, no sé, pero, yo, vos”
¿cuál es el alma?,
es lo breve,
el espacio v a c í o
el que intento en vano llenar de ruidos
y solo lo breve puede conmigo.
Dicen mucho, escucho
mas sólo puedo
oír las palabras BREVES
las que
me llenan de la verdad, me dicen todo

las que me atreven
leo
fechas, citas, números, anécdotas, busco conexión a la raíz tierna y
BREVE
que me lleva al alma que busco y
leo
entre las letras leo
en el intersticio
un estribillo de mi niñez, la espera,
también la luz dulce y seda
Vos decí que sí y vuela mi alma
Es breve
y tal vez lo hagas de forma breve
Tal vez no
y llegará a mí de igual manera
porque
yo sólo puedo
leer el medio, leer el pliegue.

Diana Bravi Torras –Rosario –Santa Fe

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PROTEGIENDO


Miradas que queman. Rostros sudados
Miradas que queman
Sensualidad, deseo.
¡ Hombres danzando!
Gemíos prolongados.
Canto al aire
a la pasión,
a la traición,
Dolor de alma,
amor atormentado: la madre, la hermana, la amante, la mar.
Taconeos, giros
vueltas desplantes.
Enlaces del talle, reto de cuerpos, sudores, gritos, olés.
Pasiones, amor desamor, celos, desengaño, alegría, ESPERANZA.
La noche se cierra.
El fuego se apaga.
Pies doloridos, gargantas sin voz.
Cansancio en el cuerpo, buscando la cama, unos el sueño, otros, fundirse en el alma,
mas el tiempo pasa y
pronto muy pronto llegará el alba.
De nuevo el camino, de nuevo el mañana.


Rafael Serrano - Madrid - España


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PRIMAVERA ETERNA EN CANARIAS

Primavera que derramas
esperanzas y armonías
En corazones que aman .
Entre rosas y retamas
romeros y primaveras ,
Estación eterna Canaria.
Los desiertos ya florecen
Todo es Vida y es Comienzo :
La primavera aparece.


Amores Que Van Llegando
Otros van resurgiendo
Primavera está danzando.
Crece en su vientre semillas
de Nuevas Vidas que esperan
Primaveras florecidas .
Tus besos , apasionados .
Tu mirada , eterna , brilla
en Primavera. Tornados .
Roque Nublo , azúl Tejeda :
Cumbres de mis montañas
Que dan Cobijo a la tierra " .
En Caideros , Juncalillo ,
Pinos de Gáldar y Campos
Riegan aguas sus Barrancos
Como lánguidas Serpientes
Perfumando la Lavanda .
Gáldar Sí viste de fiesta
Con jardines de colores
En balcones y azoteas .
" Calle Larga " se bifurca
En las cálidas plazuelas
A donde llega el disfrute :
Niños que ríen y juegan
Entre flores de arcoirirs
Regalos de primavera .
Junto a la Fuente pasean
Saludando y Conversando
En la Plaza de la iglesia .
Buscan , parejas , esquinas
Besándose con paciencia,
Fundiéndose en sus miradas
Las ilusiones más frescas.
Y alrededor de ésa Plaza,
Caminan, otras, inquietas .
Engalanan sus Andares .
¡Que llegó la primavera ! .
( ¿O acaso nunca se ha ido?...)
Es eterna . Está a tu vera .
Sea en Septiembre o Enero
En Abril , Julio ... Florida
Huele a perfumes mi Tierra .

Nieves M ª Merino Guerra
Islas Canarias -España


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DULCEMENTE

Dulcemente, soñó sobre el rocío
untado en la gramilla fresca.
Golosa, sorbió todo ese río
en el mundo inexacto de la fiesta.
Figura malva le ganó un perfil...
onda feliz, profundidad perfecta.
Inflado, el sol, tajaba ya el añil
blancos cuchillos, un gnomo lo detecta.
Verso ignoto de mar y arena,
solitario velero bañado de salitre.
Sueña el verde campo; el palmar
húmedo y sombrío, idea que resiste.
La oxidada máquina, el lento viejo,
el techo inútil de podridas vigas
incuba por costumbre ese respeto;
juego ancestral límpido en espigas.
Deshiladas, las viajeras nubes
amontonan sublimes las desgracias.
Siempre y todo tiene un fin que sube
uniforme, parejo, la muerte nos desliga.
Nos salda, de una vez, todas las cuentas,
del amor, del dolor y de la ira.

Nori Brunori- San Genaro – Santa fe

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APOCALIPSIS

Sigilosa y acechante
Con la mirada vacía
Movimiento zigzagueante
Mutando la piel día a día
Se arrastra esparciendo ponzoña
Demoliendo a cada metro
Con su rastrero meneo
La naturaleza, su hábitat
No es caprichoso su andar
Tiene un fin, un objetivo
Repta fatua y plena
A reunirse con sus pares
Tiene sed de sangre humana
Resentimiento atávico coligado a la ambición
Sentimiento que profesa,
Que la impulsa sin vergüenza
A escupir la secreción letal
Que para ella es vital.
Sonidos de cascabel le advierten que ya está cerca
Son cientos, miles, millones
Irrumpieron en el planeta los poderosos, los temerarios
¡Qué bajo cayó el hombre!
Vislumbro el Apocalipsis pero no puedo escapar
Soy parte de esta mierda que se llama humanidad.

Myriam Jara
Registro de la propiedad Intelectual: Formulario 182848 – Expediente 809380
CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) 02/12/09


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MALDAD

Cuando la gente me hiere
Me refugio en los libros
Como antaño.

En donde sólo ellos
Eran mis amigos

Adolescencia olvidada
Juventud desvanecida
Como una gota de tinta
En el amplio mar.

¿Dónde está la escuela de la vida?
Pues aún no la encuentro.
Las tinieblas acechan
La maldad brota por la paredes
Y yo a pesar de los años
Aún no la conozco.
Sólo la sufro.
Y lágrimas de impotencia
Brotan cuando las puertas
Se cierran y el corazón
Acorralado se estriñe
En un brete sin salida
Amontonando sentimientos
Esperando que el tiempo
Y con ayuda del viento
Ese brete abra
En donde el dolor se apacigüe
Y la esperanza renazca.

Sandra Gomez

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EL ÚLTIMO ADIÓS


El tiempo se detuvo
El sol se apagó
Y un silencio oscuro
Ocupó mi corazón

Tu mano estirada
Anunciaba el adiós
Con una lágrima tibia
Que raspaba tu razón

Me quedé en tinieblas
En un bar bebiendo
Hasta la última gota
De mi desolación

Ya no escucho reclamos
Ya no oigo tu voz
Ya no tengo razones
Para volver con vos

Los meses marcarán el pasado
Los años el olvido
Los siglos la ignorancia
Del que nunca ha existido

A mi me queda el presente
Y este hasta luego permanente
Te mando un beso cerrado
Con un te extraño para siempre a su lado.

Pablo Maneglia
Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina


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MANOS.

Estas manos,
que tantas veces
tu cuerpo modelaron,
que ardientes
en noches de amor
te acariciaron;
que dejaron surcos
en tu piel, frágiles manos.
Unidas en plegaria
suplicaron,
crispadas de dolor
sangraron,
impotentes, mis manos
no lograron
retenerte a mi lado;
estas manos, mis manos;
¡que debiles mis manos!
que inútiles que fueron
esas manos, mis manos…
estas manos.

Oscar Maurichau –Gral Pico – La pampa

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EL DISERTANTE

La señorita Sara Arzamendia era una escritora que tenía su tiempo arreglado. Se levantaba cuando el olor de su patio cubierto por enredaderas, áloes, helechos y flores de las más diversas especies, se hacía fuerte y le provocaba estornudos.
Los abejorros venían a estrellarse, en esos momentos, contra su ventanal de vidrio.
Después de cepillarse los dientes, peinar su cabellera oscura y con relucientes canas, y desayunar una taza de leche con café y pan untado con dulce de membrillo, se iba a abrir la puerta del depósito donde dormía su perro, para llevarlo al patio delantero.
Luego se sentaba a escribir. Esa mañana de sol casi rojizo (pues había pasado un mes y medio sin llover), se le escurrían las ideas de las manos blancas y venosas:
Manuel Franco era un joven de veinte años, que estudiaba apicultura, practicaba natación y no era de salir.
Por eso, porque no era de salir, la vez que decidió ir a escuchar la charla del Profesor Sun Shaomou sobre fenómenos paranormales (la cátedra correspondía al salón 4 del edificio “Alta Torre”), no quiso perderse la aventura.
El disertante en cuestión era un chino de edad indefinida.
Vestía un traje negro y una corbata riesgosamente colorida para la ocasión.
Al cabo de un rato de la exposición, Manuel levantó la mano y dijo las vaguedades propias que se dicen en circunstancias donde la realidad desaparece y las especulaciones y las ironías son las únicas cartas con las que se juega. Espantó una mosca que le causaba molestia y se quedó aguardando una respuesta.
El señorito podría pasar en limpio la pregunta. El señorito parece que leyó mucho a Sigmund Freud - contestó y refugió su rostro amarillo en una sonrisa burlona, muy china y muy efectista.
La mosca se había posado sobre la mesa donde estaban el vaso y la jarra de agua.
Una joven rubia, con cutis de cristal, que entró con la respiración acelerada al recinto y se sentó a su lado, lo salvó de levantarse y darle un plantón al disertante, pues le pareció de muy mala educación que se pasara de mambo.
La joven recién llegada tomaba con rapidez anotaciones en un cuaderno. De vez en cuando se llevaba la mano a la boca, sorprendida con los ejemplos de los fenómenos paranormales que el oriental contaba, y él, que ya la había descubierto entre el gentío, se embarcaba ahora con pasión en lenguas extrañas. Luego, acercándose como un rayo, le preguntó qué circunstancia (concretamente) extraña le había pasado alguna vez.
La chica se levantó y dejó constancia con una sonrisa atenta y amable de que no tenía nada que valiera la pena contar.
Esa respuesta no bajó el entusiasmo del chino, que a partir de entonces parecía reflexionar expresamente para un grupo de cuatro señoras (tres de ellas excedidas de peso) sentadas en la primera fila. Ellas también hacían anotaciones marcadas por el pulso de la ansiedad (los detalles eran tan infrecuentes). Escuchaban al mensajero asintiendo con la cabeza. Parecían convencidas de que el oriental las llevaría por un camino azulado, y que de un momento a otro el corazón se les paralizaría con la revelación, la confesión prima, el eje del misterio salido a la luz para la audiencia.
Como a las diez de la noche terminó el acto.
Manuel, ya en la calle, se acercó a la joven rubia. Ella estaba llena todavía de aquel clima extraño e hipnótico que había vagado como una mariposa nocturna por el recinto.

Le propuso caminar un rato. Y la mujer le contó que se llamaba Rita, que creía en esas cosas desde chica, aunque jamás le había ocurrido nada digno de mención. Y era su voz dulce, y sus palabras caían cuidadosas y lentas en esa noche calurosa. Un perfume de gisofilas la envolvía.
Manuel notaba que ella buscaba sus ojos. Se los dio enteramente. Y ambos se entregaron al placer simple y volátil de la conversación que se genera espontáneamente entre los recién conocidos.
Fueron a buscar un bar pues deseaban tomar gaseosas, y también porque no querían que aquella noche, necesitada de cigarrillos y Coca Cola, terminara así nomás.
Se metieron en un barcito llamado “La Posta”
La mujer le dijo que estudiaba Literatura y Letras y que admiraba a Albert Camus. Le citó otros nombres: Julio Cortázar, Mario Benedetti y Franz Kafka.
- Mario Benedetti tiene el valor de escribir cosas sencillas, mérito no encontrado en Julio Cortázar, que es magistral, pero a quien hay que leerlo más de una vez para entender su mensaje - dijo, y trazó un círculo con el dedo índice sobre la mesa.
Mientras ella hablaba, y sorbía con una paja la gaseosa, Manuel rogaba por dentro que siguiera hablando, que siguiera contando las cosas que contaba, así, como una mujer que lo quería seducir con su porte intelectual; que hablara, que hablara, eso, y que dijera la tabla del siete si ya no le venía nada a la mente. Aquella voz suya era como un hueco cubierto con luz que despertaba en su interior la sensación de un viaje con vista a una noche estrellada.

Le preguntó dónde vivía. Y ella le dijo que a una cuadra exacta de la vieja fábrica de botellas. Y que su casa tenía una muralla de color terracota y la numeración 954.
Se despidieron con un intento de beso en la boca.
Durante tres días Manuel se pasó dale que dale, pensando. ¿Debía ir o no a verla? Su corazón le decía que sí. Pero temía. Apenas la conocía y ya la extrañaba ferozmente.
Aquella tarde de sábado con llovizna, mientras escuchaba la voz nostálgica de Charles Aznavour, algo dentro de él se rajó. La viscosidad de la sangre y ese derramamiento sin pausa, lo llevaron a fumar.
Apagó el tocadiscos y se lanzó a la calle.
El ómnibus que tomó lo dejó a dos cuadras de la casa de Rita.
Caminó. Allí estaba el número 954. Y también el timbre. Tocó y al rato apareció en la puerta un señor sin camisa, con el pantalón manchado con cal, y nervioso. Tosía mientras daba consejos a la gente de adentro.
Cuando le preguntó por Rita le miró extrañado.
- Aquí no vive ninguna Rita - le contestó.
Entonces Manuel se enojó, y le dijo que no podía ser, que él era solamente un amigo de su “hija” y no tenía intenciones de molestar.
- ¿Dice usted, mi “hija”? - gritó alterado.
- ¿Pues qué cosa viene a ser de ella, entonces. Acaso el abuelo? - le retrucó.
Entonces el señor se enojó de veras, y le avisó, con el rostro enrojecido, que no estaba para bromas, y que lo mejor era que se marchara cuanto antes porque en caso contrario llamaría al 911.
En ese punto, Sara Arzamendia se quedó pensando. No sabía por dónde continuar el relato. Le pasaba que cuando no sabía cómo acabar o seguir un cuento, iba a encontrase con su amiga Amparo Méndez, y ella le daba la medicina literaria adecuada para salir del aprieto.
Un ave muerta era devorada por las hormigas en el patio.

Llamó a Amparo y le propuso un encuentro a las cinco, en el bar de siempre.
Derramó agua sobre su perro, que huía del calor, hacia cualquier sitio.
A la cinco menos cuarto, Sara se dirigió a la calle. Un repentino temor (o casi pánico) de que por esta vez su amiga no podría ayudarla, la distrajo, la apartó un momento del mundo, de la realidad del calor sofocante y espeso.
No vio el auto rojo que apareció y la embistió.
Después de un tiempo, alrededor de su cadáver se fue juntando lenta, Ceremoniosamente, La Gente...

Delfina Acosta- Asunción - Paraguay

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LA NOCHE TIENE UN AMANTE

En memoria del poeta indio
Don Atahualpa Yupanqui.


La noche se viste de negro
con cristales y perlas que el rocío le ha dado.
La luna cómplice y testigo,
con hilos de plata
al vestido se las ha ido bordando.

Hermosa noche de cielo estrellado.

La noche tiene una cita
con su amante en el espejo de un lago.
Su amado es un poeta de los hombres
tripulando un velero de versos y cantos.

Hermosa noche de enamorados.

Perfuma la noche sus cabellos
con fragancias de pino y flores del campo.
Sus manos huelen a tomillo y canela,
Su cuerpo a esencias y bálsamos.

Hermosa noche de verano.

Su amante es indio.
Su amante es manso.
Su amante la desnuda,
entre los dedos de sus manos.



Hermosa y perfumada noche.

La noche es hembra.
La noche se entrega a sus párrafos.
El amante la toma.
Penetra en su esencia,
y se moja de aguacero su canto.

Alfredo Castelli –Maria Juana –Santa Fe

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EN TUS MANOS

Tienes en tus manos todo lo que necesitas:
la herramienta más fiel
la ayuda de confianza.
Tienes en tus piernas la mejor maquinaria
la fuerza más firme
el empuje que hace falta.
Tienes en ti mismo el aliento que anhelabas:
la fe en tu trabajo,
en la vida, la esperanza.
Convéncete de que eres tú
albañil de tus mañanas.
La savia que te anima
la luz que te acompaña,
están en tu interior:
descúbrelas e irrádialas.
Mírate bendecido,
agradece, da, trabaja.
Busca dentro de ti
el secreto que te salva
el fuego que te anima
el tesoro que te aguarda.

Mabel Pruvost de Kappes

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ESCALA LETRAS

llega a las desconocidas
elige por el color
por el canto
por la risa.
Trata que nazca el poema
pero no se da.
Deshace y hace otra vez.
Agrega un pájaro volando
con furia
la herida de su costado
los fracasos del amor.

Entonces surge el poema
con su sombra vagando
por las noches.

Graciela Wencelbalt

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VERSOS ANCLADOS A TU PIEL

Una ilusión ante mis ojos.
El sauce cesó en llanto.
El sol fundía la nieve
formando un manantial
de cristalina agua errante.
El mar ancló en el muelle,
sus mensajes de espuma
se fundieron en la arena.
Susurró el viento
un poema que viajó
en su velero embotellado.
Y su melodía cantó:
“Entre mis manos duermes, amor…
Entre mis sueños…
No eran molinos, ni gigantes
sino besos de aire
que encontraron su destino.
Besos que encontraron su orilla,
su mar de tiernas sonrisas.
En tu voz escribo versos,
en tus labios duermo…”

Jéssica Arias Mingorance-
Vila-seca-Tarragona- España


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ANÁLISIS

¡Qué error de laboratorio en estos días!

Tanto de colesterol y de glicemia,

de blancos glóbulos y de hemoglobina…

¡qué parcialización en el aprecio de mi vida!

No figura en ninguno de los índices,

cuánto de riesgo, de sal y de pigmento

contiene en mi sangre

¡la poesía!

Elsa Tebere – Rosario – Santa Fe


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DÉJAME QUE TE AME

Déjame, mi amor, que te ame
como jamás haya amado.
Déjame que sobre tu pecho
mis labios te vayan rozando.

Déjame que cual paloma
surque vientos encrespados,
y vaya de loma en loma
hasta llegar a tus brazos.

Déjame que yo derrame
mi fervor en tus mejillas,
en ese acto, déjame que sienta
la dulzura de tus caricias.

Déjame, mi amor, que muera
del entusiasmo sentido.
Hacia tu vera la lejanía deje
para vivir este amor tan querido.

Déjame que mi corazón te ame
más allá de todo amor
y un cántico de gloria
genere nuestro ardor.

Déjame que yo sea aliento,
brisa que tu faz acaricie.

Espejo de tus ojos sea,
mi faz en ellos se mire.

Déjame ser remolino,
torbellino de delicia,
déjame ser la alborada
que te nimbe de ambrosía.

Déjame llegar a tu cuerpo
latidos de tu corazón
déjame que al tuyo fundido,
el mío te sea fruición.

Déjame ser tu suspiro,
El sonido de la fontana,
que derramando su agua
labra camino en tu alma.

Déjame que sea la aurora,
que te despierte del sueño.

Déjame que mi ser te quiera,
como siempre ha anhelado
de vero amor en ti vertido,
sientas tu ser embriagado.

Ana ARIAS SAAVEDRA

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YO TE RECORDABA

Inevitable como sed en el desierto
como ignorar el miedo a las sombras
de día...matador...todo luces
de noche...fantasmal mendigo acurrucado
unas veces florecido en verdes
otras... un mustio remanso achaparrado
incoherente ovillo de enredados hilos
o suavidad de seda nacida
de la nada
yo te recordaba...
...marcando mi senda...
...sin fango...sin piedras
un día nublado se rompió el hechizo
y desde ese instante fue largo el camino
yo te recordaba
con albores rojos
sobre tus mejillas...después del cansancio
de habernos amado
solo me quedaron retazos
de sueños...arena...destino...
sin luz ni sosiego
...donde un pordiosero, astroso, sediento
...es mi compañero...ya no hay más recuerdos.

Ángela Grossi -Chañar Ladeado - Santa Fe


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MI GRAN AMOR


Me adormece el canto del viento
cuando camino por relampagos de arrepentimiento,
me ilumina la suave delicia de tus besos
y me apaga el dolor de los recuerdos.

Cada instante contigo es un destello
de amor, de felicidad en cada momento,
sin tí mi vida sería un desierto
oscuro y sin brillo en todo el firmamento.

Siento un sentimiento puro como el cielo
decayendo largos lapsos por el miedo,
de que tu amor hacia mí se vaya disminuyendo
y me quede para siempre en el silencio.

Crudas lagrimas como la lluvia de invierno
caen cada vez que sé que estás mintiendo,
un desgarrante dolor en medio de mi pecho
es mi alma oscura que está sufriendo.

Grandes dudas me confunden cuando pienso
que me escondes graves y muy malos secretos
y pensar que usas una mascara me hunde en el desconsuelo,
porque cada pensamiento me quema a fuego lento.

Es extraño que todo sea como en mis sueños
porque te tengo a mi lado y es lo que mas deseo,
ahora mi vientre ha crecido con alguien aquí dentro
que no es tuyo ni mio, es de los dos al mismo tiempo.

Aurora Nataly


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MUTANTES



Los cuerpos detienen el espacio
un instante antes que la mirada detiene a los ojos.

Letras debajo de la lengua
en los músculos, en las arterias
en ese cuerpo vencido las palabras se acomodan
y se desplazan con la idolatría del tiempo perdido.

Encontrar el cauce y los vientos que deletreen la paciencia
despertar cada sílaba
envenenando los verbos que entorpecen
desmenuzar cada adjetivo
saber si la piel estaba en lo cierto.

Somos mutación que desencadena
la respiración tardía de un abecedario inconcluso

el cansancio de venas vacías
que tiemblan como cortinas en los pechos de tierra
rajados por la tinta que brota buscando
la pena marchita que de el alta
y el tiempo que acompaña la espera.

Las letras se impregnan y perfuman
la raíz cuadrada del silencio.

Entonces los cuerpos se vuelven de papel
y la sangre de tinta
delira cada verbo y caminan descalzos
sobre un jardín de sustantivos
sobre la rabia difunta

y sobre la hoja que nos vuelve a humanizar.


Mariana Garrido

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